miércoles, 29 de abril de 2009

Manual de dactilografía



"Dactilografía" es sinónimo de mecanografía ("arte de escribir a máquina", sea cual sea esa "máquina"). Realicé esta comprobación con cierto alivio, pues he decidido que en adelante la palabra "dactilografía" aludirá al "arte de escribir en pequeñas máquinas usando la punta de los pulgares o de los índices". O sea, esta nueva "mecanografía chiquitica" para la que nos fueron preparando los primeros teléfonos Touch Tone, y luego los celulares convencionales, con los que enviábamos sencillos mensajes de texto, y de la que participamos actualmente con el BlackBerry o el PalmPilot, haciendo gala de una mayor sofisticación.

Ahora que hasta las laptops han reducido su tamaño, los viejos manuales de mecanografía
(co
n sus estrictas indicaciones sobre la posición corporal y de los dedos de quien escribe) parecen condenados a la obsolescencia y a la risa de quienes lleguen a topar con ellos en las generaciones posteriores. A decir verdad, desde que las computadoras personales se popularizaron y buena parte de la Humanidad decidió deshacerse de sus máquinas de escribir, nadie se preocupa demasiado por las reglas del arte mecanográfico. Todos escriben a su aire, como pueden o como se los dicta el instinto. La única norma es la comodidad... y hasta la ortografía se ha vuelto un asunto secundario, en aras de la rapidez de la comunicación.

Ahora no son nuestras manos las que se adaptan al teclado y corren sobre él con presteza y ritmo, como si ejecutaran una pieza al piano: sólo las puntas de nuestros dedos gordos se encuentran frente a frente en un reducido espacio para disputarse los caracteres y el número de pulsaciones, mientras sus hermanos sujetan con firmeza la máquina entera (¿alguien recuerda cuántos kilos pesaban aquellas primitivas máquinas de escribir).

No cabe duda de que, al igual que otros dispositivos tecnológicos, los teclados han evolucionado. Pero, en estos tiempos, evolucionar implica volverse cada vez más compacto ("portátil", diría Vila-Matas)... y ya que los seres humanos no podemos hacerlo (pese al ahínco con que lo intentan las anoréxicas), nos desquitamos achicando todo cuanto tocamos, como Midas de la reducción.




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